En las botas del soldado viajan una madre, un perro
pequeño, alguna lápida no muy vieja; aquella muchacha
lanzadera a la que le nacieron formas el primer
día de navegar. En la cartuchera del soldado come un
ratón de campo y su rascar son noticias de hermanos
menores, de la casa con un tres, con una higuera, con
una mariquita en un frasco. En la compañía el soldado
está solo. Escribe palabras en la ceniza y amanece
con labios sucios, saliva gris. En la herida del soldado,
un tiovivo de escarabajos sortea la llaga como una
trinchera. Danzan las últimas diez cartas del perfecto
amor y entra en la paz, con la bayoneta sobre el pecho.
Colateral
A M.J. Romero Nicieza
Besa y su mueca ya no es discreta. La comisura izquierda
la tensa el reloj de la torre y un revuelo de armiños
suben del otro lado. Ocupan los girasoles uno
de los hemisferios y cuelgan de sus dedos como ambientes
invernales frente a la cocina de carbón. Aunque
no pueda verlas sabe que las castañas están cambiando
a otro estado, de un modo lento y continuo.
También su pecho tapizado con delicados motivos,
luminiscencias aromadas del jabón que más le gusta.
Al separar los labios, el infinito es un índice resbalando
cuello abajo. Es un parque y una escuela para las
primeras palabras de los pájaros, fuentes semejantes y
árboles místicos. Cumple los cincuenta a lomos de un
indulto cuya belleza se cristalizó, gota a gota, en otras
bellas apariciones. Ninguna como ella, ahora que sus
hombros avanzan como queriendo decirse confidencias
o asustar el espacio que la duda instala, entre una
mujer y su espejo.
INMINENCIAS / JULIO OBESO
Ediciones Tigres de papel, 2014
Muchas gracias MJ, me encanta estar en esta tu casa. Un besazo.
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