25.1.09

Los tesoros del Torreón (y III)

Cuento inédito de Pepe Pereza

Efectivamente, aquella tarde ni José ni Jesús se presentaron a la cita. A pesar de que ya estaba prevenido no pude evitar sentirme traicionado. La rabia, el enfado, la traición, todo me lo tragué con resignación mientras caminaba hacia El Torreón. Al no venir Jesús no disponía de la azada y tuve que cavar con mis propias manos. Yo también las tenía llenas de ampollas y callosidades pero nunca se me ocurrió quejarme por ello. Para animarme pensé en el tesoro y en todo lo que podría comprar con él: caballos, juguetes, bicicletas, todas las chucherías del mundo... Me imaginé la escena, yo llegando al barrio con los bolsillos llenos de monedas de oro, y José y Jesús con sus bocas abiertas al verme llegar, arrepentidos de no haber seguido a mi lado. Y yo repartiendo las monedas entre los chavales, y ellos con cara de envidiosos sin recibir ninguna. Solo por eso merecía la pena seguir cavando con las manos. Entonces noté algo entre los dedos. Era pegajoso y desprendía un olor bastante desagradable. Era mierda. Había cogido un zurullo sin darme cuenta. Tras un par de arcadas, irremediablemente vomité. Volví a vomitar cuando intenté limpiarme con hierba y tierra. Y una vez más de camino a casa, cuando se me ocurrió olerme entre los dedos. Cuando llegué al barrio vi que los chavales habían formado dos equipos y estaban jugando al fútbol. José protegía una portería (las porterías se señalaban dejando los jerséis y las cazadoras en dos montones separados por unos metros que hacían las veces de postes) y Jesús ejercía de delantero en el equipo rival. El partido se jugaba delante de mi casa, que era un terreno llano, y con, más o menos, césped.
- Pepe, únete al partido -me gritó José al verme.
Jesús dejó de correr detrás de la pelota y se me quedó mirando. Entré en casa sin decir nada. Lo primero que hice fue lavarme concienzudamente las manos. Me las enjaboné una y otra vez hasta que el olor a excremento desapareció. Oí a mi madre y a mi hermana en el casillo, dando de comer a los cerdos. Me preparé un bocadillo de chorizo y salí al jardín. Me senté en las escaleras y mientras merendaba observé el desarrollo del partido de fútbol. Era evidente que se lo estaban pasando bomba y sentí un amago de envidia por no estar jugando con ellos. Cualquier otro día me habría acercado y le hubiera ofrecido mis servicios a cualquiera de los dos equipos, pero aquel día mi orgullo me lo impedía. Aún me sentía traicionado por mis amigos. Por otro lado, al no haber encontrado el tesoro también arrastraba un sentimiento de derrota. Con lo cual solo me quedaba el orgullo e hice acopio de él. De reojo observé que tanto José como Jesús estaban más pendientes de mí que de la pelota. Como consecuencia los pases que le hacían a Jesús pasaban de largo y los tiros a la portería que defendía José casi siempre eran gol. En un momento dado, Jesús dejó el partido y vino a sentarse junto a mí en las escaleras.
- ¿Has encontrado algo?
Negué con un gesto de cabeza ya que tenía la boca llena de pan y chorizo.
- Seguro que mañana tendremos más suerte.
- Seguro -dije después de tragar.
Permanecimos en silencio mientras yo acababa con el bocadillo.
- ¿Te apuntas al partido? En mi equipo necesitamos otro delantero.
- Vale...
Nos integramos en el grupo.
- Pepe juega con nosotros -anunció Jesús al resto.
-¿Quién gana? -Le pregunté para meterme en situación...
Después de aquel día, tal y como yo intuía, no volvimos a por el tesoro. Es más, desde ese día, cuando oigo la palabra tesoro siempre viene acompañada de un tufillo a excremento.


13 comentarios:

  1. El tesoro era su propia ilusión, y cuando se pierde, nunca viene mal volver a hundir las manos en la tierra, pese a cuantos zurullos surjan entre estrato y estrato. Tal vez sea la única manera de volverla a recuperar.

    Mis felicitaciones a Pepe Pereza y un dulce beso para los dos.

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  2. Decir que mi estancia en esta ciudad maravillosa ha sido un sueño. Me empadronaría de por vida ya que es una ciudad sin crisis económicas, sin paro, sin indiscriminaciones sociales ni raciales… Donde la armonía y la belleza son su máximo estandarte. Gracias a todos los habitantes, y sobre todo, a su alcaldesa.
    Ha sido un verdadero placer.
    Pepe pereza

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  3. Creo que a pesar de la ilusión que había en encontrar ese deseado tesoro, despues de un tiempo de no creer ... se volverá a la busqueda de otro, mas real, donde hallarse con las cosas bellas de la vida sea el tesoro mas preciado!!!
    Muy bueno!!!
    Felicitaciones!!!
    Besotes.

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  4. Suscribo lo que dice SOL. En el crisol entre el no volver a creer en tesoros y volver a ilusionarse con otro se forjará algo... que será el verdadero tesoro.

    Un beso.

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  5. Lo bueno que tienen los niños es la poca avaricia que tienen, que pueden olvidar que existe un tesoro en unos minutos y la facilidad con la que se reconcilan y, además, nunca son rencorosos, las "traiciones" se olvidan de un día para otro.

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  6. Quizás Jugar
    sea el mejor tesoro.

    Un beso.

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  7. muchas gracias a todos-as
    y un besazo para MJ.

    PD. en mi anterior comentarior he escrito indiscriminaciones ???? no sé en qué coño estaría pensando, evidentemente quise escribir discriminaciones. Dicho esto le mando otro beso a MJ y me despido de todos.

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  8. Pepe,
    ¿cómo que te despides?
    si dejas aquí tu caballo, atado, seguro que volverás, que te traeré otra vez...
    Muchos besos.

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  9. Al menos no acaba mal, con tufillo eso sí, pero con amigos.
    Ha sido un auténtico placer poder leer a Pepe aquí, gracias a los dos.
    Besos.

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  10. Pues, la verdad, me he llevado un chasco.
    No es que esperara un tesoro, pero no entiendo cómo el chaval abandona tan pronto, sólo por un simple zurullo... Ahí creo que perdió una oportunidad de convertirse en otra clase de persona. Pero, bueno, sin dramatizar ni sacar las cosas del cuadro, puedo decir que la historia me ha gustado mucho. Lo de que está muy bien escrita no me corresponde a mí decirlo, pero es algo que salta a la vista.
    Por todo, gracias Pepe.

    Alfaro, muy hermoso tu gesto de dejar un rincón de tu ciudad para albergar a un viajero.

    Saludos.

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  11. Inuit sigue con interés el relato y sobre todo la inocencia de lo posible, por creerlo. Aún, hoy, nos sentimos buscadores de tesoros, amos del mundo y nos damos de bruces con la mierda.
    Inuit

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  12. Por experiencia te puede decir que los "tesoros" que la vida nos brinda jamas se encontraran en castillos arruinados o en cuevas o tumbas olvidadas.

    Los "tesoros" los tenemos mas a mano, pero nos cuesta tomar conciencia.

    Y claro, cojemos la pala y nos vamos a excarvar quien sabe donde...

    Un abrazo, Alfaro

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  13. Ohhhh! No encontraron el tesoro, pero siguieron jugando :-)

    Felicidades Pepe Pereza, ya me he enterado que no tienes blog ¿a qué esperas para abrir uno?

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