6.11.10

Fragmento 17 / Pepe Pereza

He salido de casa. Lo he hecho de mala gana, como siempre. Tenía que recoger un pedido de libros que llevaban días esperando en la librería. A pesar de mi desgana enseguida he sido engatusado por los colores otoñales de las hojas de los árboles alumbradas por el sol de la tarde. He pasado por una urbanización rodeada de bonitos paseos ubicada donde tiempo atrás estaba un cuartel de artillería. Me he acordado de aquellos días de verano cuando, acompañado de los hijos de un teniente, acudíamos a la piscina del cuartel para bañarnos. Recuerdo que en los vestuarios de aquella piscina descubrí que mi polla era más pequeña que la de mis amigos.
Una mujer de ojos muy negros me ha mirado al cruzarnos y ha sonreído. He visto varias palomas cojas, el coche de un millonario y un avión que dejaba una línea blanca en el cielo…
Al salir de la librería me he encontrado a una señora mayor vestida como una dama de principios del siglo pasado, iba muy elegante con su pamela y sus guantes de puntilla blancos. Me ha sorprendido gratamente encontrarme a un personaje tan peculiar. Unos hombres que hablaban de negocios se han cruzado delante de la señora y le han cortado el paso. He observado cierta irritación en su cara, debido, seguramente, a la descortesía que los caballeros. Sin embargo ella ha aguardado pacientemente hasta que la han dejado pasar. La he seguido durante un par de calles imaginándome historias sobre su vida. Cuando he intuido que iba a cambiar de dirección la he sobrepasado y justo cuando le iba a cortar el paso, me he detenido y galantemente le he dejado pasar. La señora ha esbozado una sonrisa y ha seguido su camino. En la parada de un semáforo he coincidido con una abuela y su nieto pequeño. El niño le preguntaba: por qué no había ardillas en el parque. Y ella le respondía: que las ardillas solo salían de noche porque si lo hicieran de día las cogerían. He visto el humo de los churros al freírse en la sartén de la churrería y he sentido deseos de comprar una docena, pero no lo he hecho porque no tenía suficiente dinero y no me apetecía buscar un cajero.
Reconozco que no ha sido un paseo memorable, de hecho, mañana lo habré olvidado. No obstante y para ser justos he de admitir que ha sido un buen paseo.
® pepe pereza
Etiquetas: fragmentos
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