En esos tiempos era fácil dejarse llevar por la imaginación, sumamente fácil. Al día siguiente regresamos y seguimos cavando. Esta vez avanzamos de veras, ya que Jesús le había cogido prestada a su madre una azada. A pesar de no sacar otra cosa que basura, nosotros seguíamos entusiasmados con la idea de encontrar un tesoro, y nos íbamos turnando para seguir cavando con la azada. Al cabo de unas horas estábamos rendidos y el sudor y la roña se mezclaban en nuestra ropa.
- Por hoy ya es suficiente -dijo Jesús mirándose las palmas de las manos.
Me molestó que Jesús tuviese la osadía de dar por acabada la sesión. Hasta aquel momento había sido yo el que tomaba ese tipo de decisiones. No dije nada, dado que la azada era suya y gracias a ella habíamos progresado el doble que en los días anteriores.
- Creo que me están saliendo callos de tanto cavar.
- Sí, yo también estoy cansado y tengo hambre. Mejor nos vamos a merendar -sugirió José.
- Por mí vale -dije intentando ocultar mi enfado.
- ¿Cuánto más tendremos que cavar para encontrar el tesoro?
- No lo sé, José. Pero te aseguro que lo encontraremos -dije mostrando seguridad, aunque realmente empezaba a mostrar algunas dudas al respecto.
Al día siguiente, José no acudió a nuestra cita y Jesús y yo decidimos ir a buscarlo a su casa. Cuando llegamos, Jesús escondió la azada detrás de unos rosales del jardín y después llamamos a la puerta. Salió la madre.
- José está castigado -dijo con aquel tono de voz tan caraterístico y desagradable.
- ¿Podemos hablar un momento con él? -le pregunté sin mirarla a los ojos.
Se lo pensó brevemente y sin decir nada entró de nuevo en la casa dejando la puerta medio abierta. Al rato salió José.
- Lo siento chicos pero estoy castigado y no me dejan salir.
- ¿Qué has hecho?
- Es por cómo traje la ropa ayer. Me habían advertido de que si me volvía a ensuciar me castigarían y eso han hecho.
- No te preocupes, si encontramos el tesoro te daremos tu parte -dije, sin consultarlo con Jesús, como reprimenda por lo del día anterior.
A Jesús no pareció importarle y apoyó mi decisión.
- Te daremos tu parte. Estate tranquilo.
- Gracias, amigos, pero ahora tengo que dejaros o mi madre me echará la bronca.
Recogimos la azada y nos fuimos directos al Torreón. Cuando llegamos vimos asombrados que alguien había llenado nuestro agujero con basura. Fue bastante deprimente saber que todo nuestro trabajo no había servido para nada. Teníamos que empezar de cero. Y lo hicimos. Sacar la basura del agujero nos costó toda la tarde. Yo notaba que Jesús empezaba a hartarse de tanto trabajo y que las dudas también hacían mella en su entusiasmo. Traté de animarle hablando de todo lo que podríamos hacer con el oro y las joyas que seguro encontraríamos. Pero él en ningún momento entró al trapo, simplemente se limitó a asentir con la cabeza. Cuando dimos por concluida la tarea me dijo:
- Los chavales del barrio han organizado un partido de fútbol para mañana.
- ¿Y el tesoro?
- Nos merecemos un descanso... Nos vendrá bien.
Yo intuía que si al día siguiente nos quedábamos jugando al fútbol seguramente nunca más volveríamos a por el tesoro Y no estaba dispuesto a rendirme..
- El tesoro es más importante que jugar al fútbol.
- Tengo las manos llenas de ampollas y...
- ¿Y qué?
- Y... quizá no haya ningún tesoro.
- Lo hay. Estoy seguro.
- Entonces ¿por qué no hay más gente buscándolo?
No supe qué contestar, así que desvié la conversación por otro derrotero.
- Si tú quieres rendirte, hazlo. Yo seguiré buscando y cuando lo encuentre me lo quedaré para mí.
De regreso al barrio apenas nos dirigimos la palabra y tuve la certeza de que al día siguiente iría yo solo al Torreón.
(Continuará)
- Por hoy ya es suficiente -dijo Jesús mirándose las palmas de las manos.
Me molestó que Jesús tuviese la osadía de dar por acabada la sesión. Hasta aquel momento había sido yo el que tomaba ese tipo de decisiones. No dije nada, dado que la azada era suya y gracias a ella habíamos progresado el doble que en los días anteriores.
- Creo que me están saliendo callos de tanto cavar.
- Sí, yo también estoy cansado y tengo hambre. Mejor nos vamos a merendar -sugirió José.
- Por mí vale -dije intentando ocultar mi enfado.
- ¿Cuánto más tendremos que cavar para encontrar el tesoro?
- No lo sé, José. Pero te aseguro que lo encontraremos -dije mostrando seguridad, aunque realmente empezaba a mostrar algunas dudas al respecto.
Al día siguiente, José no acudió a nuestra cita y Jesús y yo decidimos ir a buscarlo a su casa. Cuando llegamos, Jesús escondió la azada detrás de unos rosales del jardín y después llamamos a la puerta. Salió la madre.
- José está castigado -dijo con aquel tono de voz tan caraterístico y desagradable.
- ¿Podemos hablar un momento con él? -le pregunté sin mirarla a los ojos.
Se lo pensó brevemente y sin decir nada entró de nuevo en la casa dejando la puerta medio abierta. Al rato salió José.
- Lo siento chicos pero estoy castigado y no me dejan salir.
- ¿Qué has hecho?
- Es por cómo traje la ropa ayer. Me habían advertido de que si me volvía a ensuciar me castigarían y eso han hecho.
- No te preocupes, si encontramos el tesoro te daremos tu parte -dije, sin consultarlo con Jesús, como reprimenda por lo del día anterior.
A Jesús no pareció importarle y apoyó mi decisión.
- Te daremos tu parte. Estate tranquilo.
- Gracias, amigos, pero ahora tengo que dejaros o mi madre me echará la bronca.
Recogimos la azada y nos fuimos directos al Torreón. Cuando llegamos vimos asombrados que alguien había llenado nuestro agujero con basura. Fue bastante deprimente saber que todo nuestro trabajo no había servido para nada. Teníamos que empezar de cero. Y lo hicimos. Sacar la basura del agujero nos costó toda la tarde. Yo notaba que Jesús empezaba a hartarse de tanto trabajo y que las dudas también hacían mella en su entusiasmo. Traté de animarle hablando de todo lo que podríamos hacer con el oro y las joyas que seguro encontraríamos. Pero él en ningún momento entró al trapo, simplemente se limitó a asentir con la cabeza. Cuando dimos por concluida la tarea me dijo:
- Los chavales del barrio han organizado un partido de fútbol para mañana.
- ¿Y el tesoro?
- Nos merecemos un descanso... Nos vendrá bien.
Yo intuía que si al día siguiente nos quedábamos jugando al fútbol seguramente nunca más volveríamos a por el tesoro Y no estaba dispuesto a rendirme..
- El tesoro es más importante que jugar al fútbol.
- Tengo las manos llenas de ampollas y...
- ¿Y qué?
- Y... quizá no haya ningún tesoro.
- Lo hay. Estoy seguro.
- Entonces ¿por qué no hay más gente buscándolo?
No supe qué contestar, así que desvié la conversación por otro derrotero.
- Si tú quieres rendirte, hazlo. Yo seguiré buscando y cuando lo encuentre me lo quedaré para mí.
De regreso al barrio apenas nos dirigimos la palabra y tuve la certeza de que al día siguiente iría yo solo al Torreón.
(Continuará)
Si encuentra el tesoro
ResponderEliminarque le dé la parte que le prometió a José - por pura gracia??-
Entrañable
ResponderEliminarpero quiero lo
que sigue....
besos
Me encanta: el niño al que le vetan su sueño de arqueólogo, el niño sin esperanza que ¿abandona? la excavación, y finalmente, el niño fiel a sus intuiciones y a ese tesoro cuyo premio más grato, de momento, es la imaginación. Y por supuesto, el Torreón, el símbolo del cuento, el alma del paisaje, la arquitectura del pasado, cobijador de ilusiones...
ResponderEliminarPerfecto para empezar el día con una sonrisa manchada de café y las ganas de seguir hacia adelante.
Un dulce beso.
Me gusta mucho el protagonista del cuento y su obstinación. Ese es de los que no abandonan, el que persigue un sueño hasta el final.
ResponderEliminarUn saludo, Pepe, y gracias por tu cuento con sabor a Twain.
Y gracias a ti, Alfaro, por dejarnos ver este tesoro; porque no sé si habrá un tesoro al final, pero el mismo cuento ya lo vale.
Un saludo.
Vaya el pobre!! Estoy intrigadísima porque no sé, yo sigo pensando que allí debe haber algo, igual me equivoco tanto como este niño, pero espero que no.
ResponderEliminarMe está gustando muchísimo.
Un beso Pepe
Un beso Alfaro
Hasta cuando me vas a tener intrigada...???
ResponderEliminarPense que ya hoy podia descifrar mis inquietudes y mis ansiedades que se han copiado de la de los niños!!!
Quiero sabe yaaaaaaaaaaaa!!!
Bueno espero la tercera parte entonces!!!
Besotes.
La tenacidad es importante, igual que el esfuerzo. Me tienes enganchada... quiero más :-P
ResponderEliminarComo ya he escrito en los comentarios de la parte I, el cuento es de pepe Pereza, que no quede ninguna duda. Ya quisiera yo haberlo escrito pero no...
ResponderEliminarMañana o el lunes, el final.
Besos.
Acabo de verlo, ya sabes que te leo de seguido tanto los posts como los comentarios. Pensé, en un principio que Pepe Pereza era una identidad que te habías buscado, (ya sabes, como recurso). Pero no te preocupes, queda claro, el escritor es Pepe Pereza, es un amigo tuyo, y escribe muy bien, así que iré a visitarlo en breve.
ResponderEliminarUn besote!
Malvada Bruja del Norte,
ResponderEliminarno fuiste la única en creerlo, por eso lo aclaré para que no quedara duda, pero pepe pereza no tiene blog, si quieres leer más cosas suyas tendrás que ir a otros blogs...
Besos.