7.5.15

LOS CUATRO PALOS DEL TIEMPO / DAVID RUBIO

Mi abuela también jugaba al solitario, un solitario muy raro en el que llenaba la mesa entera de cartas boca abajo. Era muy refranera. Canturreaba si jugaba sola, pero recitaba si te detenías a mirar cómo casaba los oros con los oros ("orina, Manuela, que viene el facultativo", decía), las espadas con las espadas ("espadarás, María, pero no harás buen lino"), las copas con las copas ("naipes y vino tienen el mundo perdido") y los bastos con los bastos ("dan para gastos"). Estaba sorda y le decíamos que teníamos que comer, que acabara con su juego, y ella no se enteraba, aunque no se nos podía ocurrir tocar las cartas porque se enfadaba muchísimo. Según mi madre, se hacía trampas a sí misma.

Los cuatro palos del tiempo
David Rubio
Los libros de Camparredonda 
León, 2015

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